Brillar desde dentro

Como casi cada noche, acurrucado entre el silencio más decente y creativo, rodeado de libros que me regalan su impagable pedagogía, he hecho un alto en el camino para leer con detenimiento un sustancioso artículo de José Manuel Velasco. Leer con parsimonia, lo que escriben los otros, porque merecen la mejor atención y el mayor de los respetos. Ponerse en su lugar, a modo de nítida empatía, de tal forma que podamos entender su significado y contenido de la mejor forma posible.

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Si la memoria no me falla, he tenido dos encuentros reposados con José Manuel. Encuentros en los que, intentando no violentar el terreno de su apretada agenda, sin embargo nos dio pie a unas conversaciones tranquilas, siempre a orillas de un Madrid frenético, reventón de prisas y reuniones que, al fin y a la postre, nos va contagiando a todos de un nerviosismo casi unánime.

Debo decir, en honor a la verdad, que la primera impresión exterior que me llevé de él, era aquella estatura generosa con la que se fue aproximando hacia mi para estrecharme la mano y darnos el consabido saludo de rigor. Un hombre muy alto, por así decir, lo cual también daba un tinte de seguridad a aquella instantánea puntual y programada. Luego, pasado algo de tiempo, volví a tener otra conversación con él y, al menos en el registro de mis adentros interiores – como yo suelo llamarlos – por el tono y los asuntos tratados, pasó a engrosar la lista de lo que yo llamo amigos, esperando que el sentir sea mutuo, dicho sea de paso.

José Manuel tiene un lenguaje no verbal en sus manos que me gusta. Las va moviendo al son de sus palabras que, en definitiva, suelen ser un himno sagrado de comunicación que es para lo que él ha venido a este mundo. Y una comunicación reflexiva; reposada primero hacia adentro, para después salir al exterior con un mensaje que se imanta rápido en el interés de sus oyentes. Tiene el rostro serio, eso sí, pero también es una manera de preservar el niño soñador y anterior que fue y sigue siendo.

Y en este artículo al que me refería, donde José Manuel interpela a los lectores con una pregunta que encabeza o titula todo su escrito: ¿Brillas o iluminas?, nos pone sobre la mesa una cuestión muy de fondo que, a lo largo del artículo, con el torbellino de sus enriquecedoras ideas, nos va llevando hasta una monumental declaración de intenciones para llevar siempre consigo en la mochila de la comunicación diaria, o el comportamiento estético que uno debería regalar de continuo a los demás. Termina José Manuel su artículo de esta forma: (…) “En un mundo atenazado por incertidumbres y miedos necesitamos a referentes que iluminen caminos. Esas personas de referencia no pueden ser, como en gramática, meros signos lingüísticos que poseen sólo significante y referente y carecen de significado lingüístico, como es el caso de los nombres propios, los pronombres y las anáforas. Esas personas que ejercen como faros tienen los valores humanos cincelados en sus nombres y apellidos emiten ideas para que otros piensen y ponen su conciencia crítica al servicio de la sociedad.

Hablamos mucho, en exceso. Escuchemos más a aquellos que brillan desde dentro, desde una belleza interior que no necesita luz artificial para encenderse e iluminar”.

Brilla pues, con luz propia, el artículo de José Manuel Velasco. Y lo hace porque a lo largo del texto, aplica con miramiento palabras con sustancia. Escribe haciendo un recorrido, como diría Ortega, que va desde la creencia hasta la idea. Y en ella se para para hacernos reflexionar y trabajar la conciencia; la libertad individual; la somera capacidad de raciocinio, de análisis personal, de amor exquisito por las preguntas que tal vez nos suministren las buscadas u otras respuestas.

Brilla e ilumina, como él mismo menciona en su texto. Y de eso se trata; de llegar hasta los otros, ese plural tan en desuso, muchos veces ahogado entre un solipsismo obsceno y el círculo vicioso y sin fin de los asuntos propios. Brilla e ilumina porque apela a un faro ético que sirva de guía; a un referente que a la vez que nos tatúa sus significados, consigue hacernos mejores. Brilla e ilumina, como digo, porque invita a la escucha activa y al sosegado respeto que ha de producir cualquier entendimiento. Pide; que no es poco, poner de manifiesto la belleza interior. Y el reto no es baladí, dado que en el artículo le ha salido el comunicador de raza que se expone y lleva dentro.

1 comentario

[…] de conocer a muchas de las personas que hacen grande a Llorente & Cuenca: Alejandro Romero, José Manuel Velasco, Ivan Pino, Luis Serrano y un largo etcétera que me haría casi interminable la lista en este […]

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