Chacón #PerSempreCarme es ya un gesto común para conmemorar un año de tu ausencia relativa, porque anidarás para siempre en los corazones nobles que de verdad te quisieron y te quieren. Te marchaste un día hacia otras residencias, con el corazón desgastado por el uso, pero nos dejaste una manera de vivir y de sentir que nos sirve de riguroso y honesto ejemplo. La Carme más ética y humana que rubricaba siempre tu vida en esencial.
Bien es verdad que algún personaje canalla, el cual te debe casi todo, alguna vez no tuvo rubor en decirme que llevabas desde muy joven en política, con ese cinismo enfermizo que es pura toxicidad para el respeto y el recuerdo de tu persona. Gente ruin y muy poco o nada agradecida, a la que tú tampoco prodigabas; y hacías bien, un exceso de confianza. Mala gente en la distancia corta, una vez se han apagado ya las luces y los focos, construyendo una sucia radiografía de si mismos; de lo que son a medias, enfangados en su solitario mundo de protocolo y apariencia.
Pero tú eras otra cosa; tú eras ese factor transparente y humano que, con una elegancia muy distinguida, ampliaba tu estética. Había en tu rostro la sonrisa perenne que iba emparejada a la necesaria metáfora de la alegría. Tenías la mirada limpia; sin recovecos oscuros de cálculo y astucia, atenta siempre al devenir de una realidad cambiante a la que tu inteligencia, poniéndole múltiples soluciones, siempre se adelantaba. Te hacías querer por tu carácter, por ser Chacón en transparente: cercana, amiga, confidente, emocional, responsable, alegre, empática y, sobre todo, humilde, que es un rasgo de la personalidad que tanto escasea.
Te quise como política, compañera y amiga; en el sentido profundo y etimológico de la palabra. Y recuerdo una de tus frases en los múltiples correos que me intercambiaba contigo, donde te pedía consejo y complicidad en muchos aspectos. Decías: “Solo desde el bien se puede recomponer el partido. Costará pero lo haremos”. Y aquel aforismo humano y ético, profundamente moral y respetuoso, me hizo reforzar las esperanzas que nunca he perdido y admirarte por tu talla luchadora y humana.
Sigo recordando tu adorable sonrisa, tu mirar transparente que siempre calaba hondo en la emoción atenta; tus abrazos sinceros, tu permanente preocupación por la vida de la gente. Recuerdo tu voz sin aspavientos, tu tono en la medida justa, tu envidiable capacidad de reflexión sin un ápice de rencor ni malos modos. Tu saber ser y estar en modo cercanía, emocionada y emocionando, creyendo constantemente en todo lo que hacías. He ahí tu valor intangible más preciado, esa transparencia humana que tantas emociones conquistaba; tu ser en radical, donando la vida hacia los otros.
Te hacías querer y yo te quiero; te quiero y te recuerdo por los rincones modestos de mi casa. Te llevo en mi corazón de niño grande; en los recuerdos imborrables que me donaron tu grata y sincera compañía; en las distintas fotos que pueblan la retina y la memoria; en los gestos humanos que saben a conversación sincera y palabras que acompañan. Te quedas aquí, entre el silencio chiquito de esta estancia, a contraluz y con sones suaves de poesía; entre los libros que tanto acompañan, junto al minuto capaz que intenta describir lo que supones, al lado de esta modesta biografía que siempre tendrá el orgullo de haberte conocido y la que te admirará siempre, sin alharacas, ni obsceno ruido, al compás de una memoria que no olvida y el mayor de los respetos que tú te mereces. Gracias por tanto, Carme.