En estos tiempos agrios y convulsos en los que estamos inmersos, no sé si resulta revolucionario comunicar la admiración por alguien, dado que; entre la dictadura de las prisas que asumimos y los egos revueltos que nos afectan, puede parecer que es un acto de flojera interna; una redención del fuerte carácter, o incluso una manía extraña de no acatar el discurso del odio, tan en boga.
En cualquier caso, como al despuntar la mañana me apeteció construir estas breves y muy modestas líneas, voy a intentar transmitir la admiración que siento por José Antonio Llorente, al que ustedes pueden seguir en twitter en su perfil @jallorente y, de paso, leer su excelente libro “El octavo sentido” que habla de la comunicación como factor clave para la sociedad del siglo XXI.
José Antonio Llorente es, entre otras muchas cosas, fundador de la primera consultoría de comunicación en España y América Latina Llorente&Cuenca . Pero lo que a mí me llama más poderosamente la atención, independientemente de su proyección de persona pública y profesional, es la faceta verdaderamente humana, sin cuya trayectoria vital creo que es imposible una comunicación que llegue a los sentidos.
José Antonio cree en lo que dice; lo asume como propio, de ahí la energía y el ejemplo que ha sabido transmitir al grueso del equipo que le rodea. Posee un excelente carisma para las relaciones personales y, sobre todo, una estética inusual que afianza la elegancia de su comportamiento. Esto, por otra parte, no sé si se aprende o, por el contrario, ya viene fijado en la propia raíz mineral del adn de cada cual, como muestra esencial de la propia personalidad.
La admiración por tanto, también exige la muestra sincera de agradecimiento. No el halago fácil que acaso se lleva más en las relaciones sociales y en los actos más protocolarios; sino las gracias más verdaderas, nutridas con un mensaje más hondo que nos habita de continuo en las habitaciones de la sangre. Y desde ahí le quiero dedicar mis muy modestas líneas a José Antonio, a modo de guiño fraternal que haga un intento de crear palabras con sustancia. Del corazón al aíre; o acaso al post que ahora finaliza, no sin antes hacer también eco de una frase suya a modo de aforismo: “ lo verdaderamente importante no es cómo llamamos a las cosas, sino cómo son las cosas de fondo y de verdad”. Y en esa verdad honda reside él; o lo que de continuo transmite. Gracias por tanta y tan buena pedagogía necesaria.
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