Opinión

He visto

He visto

He visto políticos muy subvencionados, con un rictus muy duro de prepotencia, sin apenas un atisbo de amabilidad metafórica en el rostro. Seres encantados de haberse conocido, habituados al baño de masas y a las proclamas subrayadas de amarillo para enardecer al personal. Personajes fríos, paralizados en la distancia corta; porque en ese ámbito, sin luces ni testigos, muchos se desenvuelven con no serias dificultades. Pequeñas personalidades, envueltas en halos de un peloteo muy empalagoso, donde la seudorealidad dibujada es un círculo constante y muy vicioso.

He visto cargazos que condimentan su vida con cinismo, a tal punto que ya no saben bien si son la persona o el personaje que han creado de si mismos. Dicen lo que no hacen y hacen lo que no dicen, con ese viceversa, en modo obsceno y reversible, haciendo equilibrios para salvar sus inseguridades más profundas. Hueros por dentro, sin esencias destacables, abonados a una existencia muy conservadora a la que no quieren renunciar.

He visto miradas durísimas, reventonas de sectarismo y ego, moverse en el lenguaje tergiversado de la astucia. Ojos desnudos ante un lenguaje no verbal que siempre les compromete; sonrisas de plástico que duran, por falsas, mucho más de lo preciso. Clasistas en modo muy radical, cuya soberbia se les desmanda con los más débiles. Tribu con un carácter, de escondite y guarida, porque saben en su yo más profundo que están obrando mal.

He visto a títeres del mangoneo, profesionales del engaño, usurpadores de la tranquilidad ajena, muñecos del círculo mediático en el que habitan, apasionados de su ego inconfundible en cuyas fotos siempre se retratan a si mismos. Mala gente, en definitiva, para lo público y social. Personas muy superficiales, infladas de humo y vanagloria, husmeando de constante cuál puede ser el lugar más seguro para su futura ocupación. Deshumanizados, repletos de inquina y odio, mandones por cojones, revestidos de demócratas. Mala gente. Gente tóxica.

Artículo publicado en Diario16

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Carta abierta a Pedro Sánchez

Carta abierta a Pedro Sánchez

Recuerdo que, la primera vez que te ví en persona, venías a celebrar un acto en mi Agrupación. Me llamó la atención que, pese a que me había retirado unos cuantos pasos para evitar los focos y las cámaras, te acercaste hasta mi y me tendiste la mano en forma de saludo. La sorpresa fue cuando, mirándome a los ojos me dijiste: “¿qué tal, Diego?”, dejándome algo sorprendido que, sin habernos visto nunca, me llamaras por mi nombre. La segunda vez fue en un mitin, al terminar el acto. Viniste con una rosa a modo de fraternal regalo y, mientras me la acercabas, me murmuraste al oído: “lo vamos a conseguir”. Y desde entonces me he fiado plenamente de tu palabra dada.

Estoy completamente de acuerdo con tu revolución del respeto y, cuando de procesos abiertos y democráticos se trata, lo que uno espera es que ese proceder del comportamiento, lo inunde todo; independientemente de las opciones personales que cada cual, legítimamente, esté en libre condición de defender. Procesos que se repiten y se repetirán, porque deben ser la salsa y vida de cualquier organización que se precie, entonando con ello un himno de amor a la libertad y a la democracia participativa. De ahí que cada vez que se producen, no es la primera vez que llamo a compañeros y compañeras que se decantan por otras opciones, para recordarles que por encima de todo están las personas; que la vida son los gestos, y de paso seguir brindándoles mi amistad inquebrantable y mi fraternidad futura, independientemente de que los resultados, acorde con la opción de cada cual, nos sean o no más favorables. Un ser y estar en socialista, como forma de vida, por así decir.

Mi apoyo a tu proyecto no me ha salido gratis, aunque conociendo el paño, tampoco me pilla de sorpresa. Y es ahí donde me gustaría incidir unos momentos, porque es en ese territorio; en el de la transparencia y el de la credibilidad, donde se juega toda la reputación a la que creo honradamente que aspiramos.

A mí me fulminan directamente de mi trabajo, por apoyarte. Ese debe ser mi gran error cometido. Y lo hacen desde nuestras filas, gente que exige responsabilidad, parapetada en sus maneras clasistas e irresponsables. Personas en modo equilibristas que, ocupándose meramente de sus asuntos propios, en el fondo les viene al pairo cualquier opción que eligan, porque su transfondo es seguir parapetados y cómodos en su zona de confort. Y es la opción más dañina, puesto que en el fondo, bajo el manto de la apariencia y el cinismo, tratan de engañar a todos y a todas, en beneficio propio. Pero aún así, ligeros de equipaje, con la mochila llena de sueños e ilusiones, no humillamos la cerviz y seguimos el camino; a la manera de Cortázar, cómo niños grandes, manteniendo el corazón intacto, sin un ápice de hipocresía y malicia en la recámara.

No me entretengo más en anécdotas particulares, porque aquí de lo que se trata es de un proyecto colectivo. Un proyecto colectivo que, como bancal de rosas, está sabiendo cultivar las ilusiones que a diario se ven en tus actos y los de el formidable equipo que te acompaña. Y es ahi donde debéis incidir para enmarcar bien el mensaje; en trasladar una esperanza limpia que vaya del corazón a los asuntos de las personas. Aferraros al compromiso de la palabra dada, a la utilización del lenguaje con respeto máximo a sus más profundos significados. Que cada unos de vuestros mensajes destilen la ética que la sociedad necesita/mos porque es fundamental una pedagogía sincera y pedagógica en medio de tantos momentos turbios por los que estamos atravesando. Y una apuesta por los valores inquebrantables de la fraternidad, la solidaridad, la libertad y la igualdad real entre personas, desde voces sinceras que lleven socialismo en las arterias.

Tienes mi modesto aval; el de uno de tantos militantes que sigue creyendo en tu palabra. Deseo, por tanto, que sigas sumando ilusiones en esta gran marea de voluntades compartidas. Suerte y adelante.

Publicado en Diario16

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