Opinión

Por razones humanitarias

Por razones humanitarias

Por razones humanitarias te voy a pedir unos amables minutos de atención para el problema urgente de los refugiados sirios, de tal forma que, entre todos y todas; desde la mejor voluntad y la empatía más comprometida y activa, podamos lograr; sino solucionar por completo el problema que nos ocupa, al menos aminorarlo en la medida de nuestras posibilidades, lo cual ya supondría un gran logro común digno del mejor objetivo.

Se trata de salir de nuestra zona de confort, nuestra rutina diaria, el envoltorio de tranquilidad y comodidad en el que cada cual pueda estar inmerso y hacer un viaje profundo desde el corazón, a los asuntos de la gente. Abanderar con convencimiento el lema de que nada de lo humano nos sea ajeno, para de esta forma, incluir al otro en la patria humana sin fronteras que sería lo más solidario y deseable. Cambiar la primera persona del singular, con frecuencia abrazada a un solipsismo descomunal y muy poco creativo, por el nosotros, hermanado y plural, que sepa hacer causa común para que, lo aparentemente lejano, poder convertirlo en propio.

Hay más que suficientes razones para, con especial urgencia, tomar partido en esta iniciativa. Desde el año 2011, debido a la guerra civil desencadenada en Siria, la escalada de violencia y brutalidad ha ido afectando a la población civil que trata de huir de esa barbaridad tan cruenta. Hombres y mujeres; personas como tú y como yo, despavoridos y enajenados, poniendo tierra de por medio y buscando refugio y auxilio en países vecinos. Está siendo la guerra civil que más desplazados está causando en el mundo.

Hay suficientes razones para hacernos cargo del profundo y acuciante problema. El éxodo de la ciudadanía suma ya casi un 25% del total de la población en Siria. Diariamente se estima que aproximadamente unas seis mil personas sirias escapan de su país a causa de la guerra. Una cifra desorbitada e inmoral que cualquier conciencia humana no está en condiciones; ni de asimilar, ni de poder permitirse.

Se trata de cambiar, como decía, la noción de los otros, los ajenos, los lejanos, los que poco importan; por la del nosotros, los iguales, los cercanos, los propios y reconocidos, asumiendo con ello la solución de una deriva inhumana que nos concierne a todos y cada uno de nosotros, convirtiéndola en un objetivo asumible y alcanzable de trascendencias cívicas y éticas. Una suma de voluntades responsables que se hagan cargo de la envergadura del problema para dotarlo de una solución mancomunada y ética.

Te pediría, ya al final de estas líneas, un gesto importantísimo de fraternidad que, a buen seguro, tampoco te va a suponer mucho trastorno en tu vida cotidiana. Una plena defensa de los valores no perecederos e intangibles, colaborando para la donación de ayuda humanitaria que tanto necesitan y se merecen. Movilizarse para la acción nos repercute a todos y cada uno de nosotros, así como a todos y todas nos reporta un claro beneficio. Es por ello que garantizado el éxito, la movilización solidaria cobre mucho mayor sentido. Ya nos lo decía Aristóteles con su profundo aforismo: “¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien”. Gracias anticipadas por tu involucración.

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Oda a don Carnero

Oda a don Carnero

Por aquellas concretas fechas en que la crisis no se había aún bautizado por su significado más profundo y, sin embargo, ya se calentaban motores para preparar el inmoral menú del austericidio, apareció por mi centro de #currilaboro un tipo menudo, algo flacucho que, en mitad de la realidad dolida que se avecinaba, se incorporaba como capitán de la cosa, con un sueldo nada desdeñable.

A los pocos días, de manera tajante y muy protocolaria, me llama al despacho para concretarme la mala nueva, a la vez que con frialdad inusitada me indicaba la zona de salida. Lo acompañó con un apretón de manos gélido y correoso; que es el gesto tan común del protocolo, cuando entra en seria contradicción con el lenguaje no verbal que en esos momentos sale en desbandada.

El tipo en cuestión tomaba las riendas de sus asuntos propios en los instantes que comenzaba a arreciar una realidad dolida para el común de los mortales, aposentando sus posaderas en un mullido sillón desde donde, perpetrando alguna teoría huera e intercambiando algunas tarjetas de visita, le iba a permitir llevarse a la saca una suculenta y extraordinaria cantidad de dinero. Se podía ver como una contradicción en toda regla, pero de lo que se trataba en si, en toda su profundidad, era de una monumental estafa, a la manera que siempre la nombraba el maestro don Haro Tecglen.

La ideología de salón y previo pago, más el añadido de la Europa solidaria de a ratos y algo entrecomillada, nos dejaba un personaje que hacia una exquisita limpia de los suyos, representándose a si mismo, dentro de un solipsismo atroz al que se han aupado no pocos adeptos. Y en esas, a lo largo del tiempo, has visto también una complicidad inmoral, restregándote que el mal parece ser rentable, mientras me siento a la sombra de un alto pino y la mañana trae trinos anónimos y un danzar de pájaros que aúpa belleza hasta el balcón de mis retinas.

No sé si la vida en si es una gran obra de teatro donde, sin embargo, nunca cae el telón. Lo digo por observar cómo muchos de los representantes, desde sus teorías hueras y manidas, se abonan a la vida pública, para beneficio de sus intereses privadísimos, dejando a los representados cual Penelope de Serrat, varados en el andén de cualquier estación, esperando el próximo tren que nunca llega. Es del todo intolerable, muy alejado de las personas buena, en el sentido grande y profundo que le da la Ética, aparte de tener que gozar de una complicidad con la que jamás me he identificado. Ya lo decía Saramago: “No te pierdas a ti mismo”.

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Chacón #PerSempreCarme

Chacón #PerSempreCarme

Chacón #PerSempreCarme es ya un gesto común para conmemorar un año de tu ausencia relativa, porque anidarás para siempre en los corazones nobles que de verdad te quisieron y te quieren. Te marchaste un día hacia otras residencias, con el corazón desgastado por el uso, pero nos dejaste una manera de vivir y de sentir que nos sirve de riguroso y honesto ejemplo. La Carme más ética y humana que rubricaba siempre tu vida en esencial.

Bien es verdad que algún personaje canalla, el cual te debe casi todo, alguna vez no tuvo rubor en decirme que llevabas desde muy joven en política, con ese cinismo enfermizo que es pura toxicidad para el respeto y el recuerdo de tu persona. Gente ruin y muy poco o nada agradecida, a la que tú tampoco prodigabas; y hacías bien, un exceso de confianza. Mala gente en la distancia corta, una vez se han apagado ya las luces y los focos, construyendo una sucia radiografía de si mismos; de lo que son a medias, enfangados en su solitario mundo de protocolo y apariencia.

Pero tú eras otra cosa; tú eras ese factor transparente y humano que, con una elegancia muy distinguida, ampliaba tu estética. Había en tu rostro la sonrisa perenne que iba emparejada a la necesaria metáfora de la alegría. Tenías la mirada limpia; sin recovecos oscuros de cálculo y astucia, atenta siempre al devenir de una realidad cambiante a la que tu inteligencia, poniéndole múltiples soluciones, siempre se adelantaba. Te hacías querer por tu carácter, por ser Chacón en transparente: cercana, amiga, confidente, emocional, responsable, alegre, empática y, sobre todo, humilde, que es un rasgo de la personalidad que tanto escasea.

Te quise como política, compañera y amiga; en el sentido profundo y etimológico de la palabra. Y recuerdo una de tus frases en los múltiples correos que me intercambiaba contigo, donde te pedía consejo y complicidad en muchos aspectos. Decías: “Solo desde el bien se puede recomponer el partido. Costará pero lo haremos”. Y aquel aforismo humano y ético, profundamente moral y respetuoso, me hizo reforzar las esperanzas que nunca he perdido y admirarte por tu talla luchadora y humana.

Sigo recordando tu adorable sonrisa, tu mirar transparente que siempre calaba hondo en la emoción atenta; tus abrazos sinceros, tu permanente preocupación por la vida de la gente. Recuerdo tu voz sin aspavientos, tu tono en la medida justa, tu envidiable capacidad de reflexión sin un ápice de rencor ni malos modos. Tu saber ser y estar en modo cercanía, emocionada y emocionando, creyendo constantemente en todo lo que hacías. He ahí tu valor intangible más preciado, esa transparencia humana que tantas emociones conquistaba; tu ser en radical, donando la vida hacia los otros.

Te hacías querer y yo te quiero; te quiero y te recuerdo por los rincones modestos de mi casa. Te llevo en mi corazón de niño grande; en los recuerdos imborrables que me donaron tu grata y sincera compañía; en las distintas fotos que pueblan la retina y la memoria; en los gestos humanos que saben a conversación sincera y palabras que acompañan. Te quedas aquí, entre el silencio chiquito de esta estancia, a contraluz y con sones suaves de poesía; entre los libros que tanto acompañan, junto al minuto capaz que intenta describir lo que supones, al lado de esta modesta biografía que siempre tendrá el orgullo de haberte conocido y la que te admirará siempre, sin alharacas, ni obsceno ruido, al compás de una memoria que no olvida y el mayor de los respetos que tú te mereces. Gracias por tanto, Carme.

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El futuro es digital

El futuro es digital

Ya no se le escapa a nadie que el actual acceso a la información y a las distintas redes sociales, nos permite una capacidad de innovación nunca vista hasta la fecha, que sin lugar a dudas irá en beneficio de una creatividad mancomunada para ir perfeccionando el futuro digital en el que estamos inmersos.

Tenemos ante nosotros la gran oportunidad de hacer entornos más amigables y colaborativos, utilizando las distintas herramientas que internet y los distintos entorno digitales están poniendo a nuestros alcance. Pero si que es verdad que; a pesar de los continuos avances de la técnica y las distintas actualizaciones del inmenso software que crece a nuestro alrededor, nuestra misión, visión y valores ha de ir encaminada a un progreso más humano, sin fisuras, para lo cual tenemos a nuestra disposición todas las técnicas de la actitud y el lenguaje que sepan emocionarnos en todos y cada uno de los distintos mensajes.

El marketing digital tiene ante sí el reto de construir una labor pedagógica de cara a poder enamorar a los potenciales clientes y ello ha de hacerse desde la coherencia en la actitud, la apuesta por unos valores intangibles y el trabajo denodado por construir una reputación de marca que sirva de ejemplo para el buen hacer y la construcción sin fisuras del prestigio y la excelencia. Será válido en la creación de marca personal, así como en los distintos productos que queramos hacer llegar al cliente, teniendo presente que la labor principal es acompañar al propio cliente en su viaje de necesidades, ofreciéndole en todo momento la solución más honesta y la relación más duradera.

La disrupción digital hoy nos permite cambiar la propia interacción con el cliente. Hacerla más humana y cercana, basándola siempre en sus objetivos y necesidades. Y hay que tener en cuenta que el cliente de hoy es ya un prosumidor eminentemente creativo y en activo, con lo cual vamos a estar expuestos a su crítica constructiva permanente, donde con frecuencia se juega la lenta y complicada reputación conseguida.

Son tiempos de comunicación bidireccional y no jerárquica; futuro digital donde los mensajes elaborados tendrán que ir del corazón a los asuntos de la gente; espacios creativos donde el conocimiento particular de cada persona, se sumará a uno común que pueda hacernos más inteligentes y menos vulnerables. Retos del futuro inmediato que, con preparación y entrega, nos van a deparar muchas mejores soluciones y la creativa democratización de la participación de cada cual en las áreas en las que nos veamos más capaces. Tiempos colaborativos, más sensibles al consumo responsable y al cuidado de nuestras relaciones y de nuestro propio entorno.

El futuro, por tanto, es digital y, en palabras de Nelson Mandela: “Siempre parece imposible hasta que se hace”. De nosotros depende el esfuerzo en prepararnos para mejores y mayores competencias. Termino trayendo a colación otro aforismo de Mary Lou Cook: “La creatividad es inventar, experimentar, crecer, tomar riesgos, romper las reglas, cometer errores y divertirse”. He ahí el maravilloso manual para afrontar el futuro inmediato.

  • Artículo publicado en el Libro Blanco: ¿Creen que el acceso a la información y a las redes sociales nos hace más innovadores?.
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A Gabriel Cruz In Memoriam

A Gabriel Cruz In Memoriam

Querido Gabriel, niño de luz, que llevabas escrito en el rostro la bondad con la que la infancia se suele incorporar a la vida. Tu sonrisa limpia, capitaneada por una mirada feliz, construyendo sobre tu propia cara la metáfora tierna y profunda de la alegría.

Hoy te escribo rodeado de silencio nocturno, cuando tu esencia está ya en otras residencias, para pedirte perdón, como persona, por lo que te han hecho; porque nada de lo humano nos debe ser ajeno.

Has sembrado de emoción este mundo de adultos, con frecuencia frio y apresurado; has hecho brotar lo mejor de mucha gente anónima que, bañada en lágrimas, te han rendido su más sincero homenaje; nos has cundido la emoción por corazones en desuso y has sido el hijo común y celebrado que a través de su lenguaje no verbal nos ha devuelto al fondón enriquecedor de ser persona. Y te lo debemos a tí, porque como decía Ortega: “en el dolor nos hacemos y en el placer nos gastamos”.

A tí, querido Gabriel, para que nos hagas comprender algún día el por qué de ésta sociedad alocada en la que nos dejas. Palabras que buscan el consuelo de tu injusta pérdida; el dolor ajeno que se hace partícipe del nuestro en ese mágico confluir que nos dona la empatía. A tí, querido Gabriel, para que nos enseñes a no odiar, a pesar de todo, comportamiento irracionales que chocan frontalmente con cualquier alma poética.

Aferrarse a las palabras para que ellas nos lleven, por la liana de los párrafos, hasta el rincón chiquito donde queda ya guardado tu sagrado recuerdo. Pedirle auxilio al lenguaje, para que acaso nos limpie esta pena infinita que tizna ya de impotencia y luto. Lograr transformarse con tu persona, en comunión con tu más tierna esencia, para que nos salves de tanta ignominia que tristemente nos rodea. Resistir para seguir viviéndote y transformar el llanto prematuro en apaciguada bondad; que tanto tú, como tus padres, habéis sabido transmitirnos.

Descansa en paz querido Gabriel, entrañable pescaito. Y sigamos construyendo sueños de utopía y almíbar para que la esperanza jamás se nos agote. A tí, a tu bondad, que tanto nos vive y repercute.

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Encaramando sueños

Encaramando sueños

Recuerdo siempre el despacho grande y deshumanizado, cómo un nicho cerrado de jerarquía y protocolo. Aquel espacio algo sombrío que, sin embargo, se exhibía en mitad del paisaje con una intención de poder macho y de ascendente distancia. Lo recorría cada mañana y observaba en él un punto concreto, preñado de conversaciones sistemáticas; de gestos hueros y muy calculados; de palabras residuales que parecían perderse en el espacio, muriendo de poca sustancia y menos significado.

No muy lejos de allí, observaba el perfecto azul cielo de Madrid, limpio y extenso, que desde aquella ubicación se ofrecía como una estampa conciliadora con el presente concreto y la propia naturaleza. Era como buscar un espacio más vivo donde recrear la mirada; un paréntesis de acontecer anónimo, luz sin fisuras, o tal vez la intención constante de pincelar sobre el momento un humano retazo de poesía.

Había llegado hasta allí después de algunas dentelladas de la vida o, si se quiere, de la circunstancia orteguiana que a cada cual le corresponde y que, sin esperarlo, de completo improviso, de repente toma otro rotundo cariz para atravesar la rutina de los días y te devuelve al sobresalto y a la inseguridad de un futuro inmediato que no eres capaz de controlar. Pero también es verdad que, previamente, se había forjado un pacto tácito de amistad y camaradería; de tiempo compartido e ideales que sabían a néctar de sueños; de sonrisas y complicidades; de instantes creativos y esas cosas. O eso pensé yo en el primer momento, a modo de incurable niño grande, con más dosis de honestidad que de realismo, hasta que el propio acontecer se dió de bruces conmigo; o viceversa, que creo que así se nomina de manera más precisa.

A media mañana, de una mañana muy precisa, fui citado de improviso en aquel despacho protocolario y frío, nicho de poder en modo macho; como ya queda dicho, y al cerrar la puerta tras de mí iba a asistir a toda una representación de soberbia infinita que, por unos instantes, hasta pensé que se transmutaba en puro odio. Se me comunicaba el cese con palabras muy poco metafóricas, de manera muy rápida y también harto premeditadas. Se sucedía, por tanto, una acción muy calculada, y quien lo hacía se encargaba de acelerar la voz y el pulso, como si en aquella acción tan poco estética, se le fuera subiendo hasta las galerías del cerebro un himno rotundo de mando en plaza, a cuyas bridas se acogía con más fuerza. Cabalgaba por aquel gesto con soltura, sin un ápice de intención que reblandeciera el rostro; al contrario, noté que hasta los ojos también le subía una rabia fuera de sí que se iba transmutando en pura inquina.

Y entonces, mientras asistía a aquella escena tan poco amigable y decorosa, me iba preguntando de qué esencias sutiles estaría hecha el alma humana y, si acaso, a qué oscuros vaivenes obedecía aquel capricho tan salvaje; porque lo que estaba claro es que aquello nacía de un capricho, sin causa justificada, que son los caprichos de los personajes que pasan su vida tratando a las personas como objetos. Caprichos de gente consentida hasta la médula, y también vacíos hasta la propia raíz mineral de sus esencias, huyendo constantemente de si mismos, rodeados de humo y de carencias.

Observaba la escena con una compasión no calculada; no daba crédito a lo que allí acontecía; me era complicado asimilar aquel comportamiento cínico y bipolar que, de la risa protocolaria y de manual social aprendida en dos tardes, tornaba a la voz fuera de sí y al aquí mando yo y santas pascuas. Y al finalizar aquella escena tan dramática, impúdica y de nulo estilo, me marché obedeciendo las estrictas órdenes de un personaje de principios reversibles. Eso si, a los pocos pasos bañé mi rostro con leves y repentinas lágrimas, mientras me acordaba de la voz de Lorca: “y lloro porque me da la gana”.

Ahí te quedas, pensé, con tu personalidad repleta de astucia en la recámara; con tu sueldo descomunal e inmerecido; con tus constantes prisas para llegar siempre a ninguna parte; con tu cinismo vitalicio y tu yoismo hambriento de pose y primer plano. Te quedas con tus carencias más profundas; con tu risa de plástico que se dibuja en dos minutos; con tu saludar por jerarquías; con tu continuo medrar para seguir mimando tu zona de confort. Ahí te quedas, pensé, con tu mentira en costra; con tu permanente personalidad mirándose el ombligo; con tu soledad más honda; con tu proceder injusto y a sabiendas. Y me marché, sigiloso y tranquilo, tachando a aquel personaje dañino del altar chiquito de los imprescindibles. Al fin y al cabo, no podía destituirme de la vida, donde seguía y sigo encaramando sueños.

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De capataces turbios

De capataces turbios

De los variopintos personajes que conforman el, a veces, patético teatro de la vida -donde nunca cae el telón- hoy quisiera rescatar para estas líneas al capataz turbio que aún pervive en muchos ámbitos.

Éste personaje se suele ubicar en la mitad del escalafón piramidal, a medio camino entre la eterna gloria que espera de su inmediato superior y las dentelladas foribundas que le endilga a cualquier mandado; no ya que se le aproxime, sino que interfiera en su singladura de comodidad y peloteo, o fingimiento y posterior desmán. Zote con suerte, el personaje en cuestión vive a expensas de otros y ejerce sobre ellos un fascismo sublime y brutal, aunque la apariencia mostrada sea la de un demócrata convencido de los de toda la vida. Él rinde cuentas y respeto desde su escalafón, hacia arriba. Desde su escalafón, para abajo, donde dijo digo, dice Diego; esto es, todo se le antoja vulgar plebe, meros objetos para utilizar en su propio provecho y conveniencia.

El peligro de estos comportamientos no es baladí, ya que pueden avanzar con sigilo desde sus protegidas trincheras y extender el mal allá donde vayan. Viven agazapados en despachos, oficinas, entornos laborales… y parece que la convivencia, la solidaridad entre personas, el trabajo en grupo, la empatía, la democracia puesta en práctica, el diálogo constructivo y la ética en el fondo y en las formas, no va con ellos. Y lo peor de todo es que muchos, debido a su lealtad perruna, son amparados por otros resabiados personajes que gozan, con esta complicidad, de mejores y perfectos servicios.

Si se descubren muchos de esta calaña, pertenecientes a la misma tribu, mal vamos para dotar de mayor y mejor calidad a la democracia. Un ciudadano demócrata, participativo y cívico, es mucho más que todo eso…

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Felicidad

Felicidad

Un día que buscaba la felicidad, sólo tuve que esperar sentado en mi mesa de trabajo, hasta que transcurrieron por allí unos instantes muy puros. Para ello aderecé el silencio con el concierto de coronación de Mózart, no sin antes entretenerme en mirar un oleo sobre lienzo de Vicent van Gogh, nominado Les Vessenots en Auvers.

Fue entonces, mirando aquella obra, cuando se produjo el milagro. La techumbre rojo intenso de una de las casas se me fue filtrando por los ojos, hasta que su brillo se iba licuando poco a poco en mi cerebro. Una vez absorbida toda aquella tonalidad, hasta interiorizarla por completo, las mucosas de la imaginación se pusieron a trabajar activamente, y por aquel paraje de niebla yo sentía que un sueño incontaminado era en ese momento el acto más importante que te llevaba a ser feliz.

Desde una barcarola ya fundida con el pensamiento, mi mejor amiga me invitaba a cebar mate en su piso de Pozuelo, y tras aquellas palabras se fue quedando en el complejo entramado de las neuronas un halo de espuma muy literario y marítimo. Así las cosas, preparé algunos versos de Neruda por si mi amor quedaba a poca altura, me vestí para ocasión tan esperada y sobre las sienes coloqué un equipaje muy lustroso de amistad. De tal forma que aquella tarde trajo hasta nosotros un lance de amor muy poco cotidiano, cuyos minutos esmerilaron cientos de horas muy mohosas, de las cuales, de vez en cuando, en necesario desprenderse. También hubo besos eminentamente líricos, con humedades de melocotón y mar, que por peldaños de los labios querían ascender en aquellos momentos hasta la atalaya más elevada del espíritu. Y nuestros nombres fueron una significación poética trenzada en la penumbra.

Un día que buscaba la felicidad, sólo tuve que esperar sentado en mi mesa de trabajo, hasta que transcurrieron por allí unos instantes muy puros. Desde entonces, ante demanda tan espiritual y metafísica, yo suelo condimentarla con briznas de instantes; que no son sino perlas de tiempo que a veces nos pasan desapercibidas. La felicidad, pues, puede comenzar a sentirse cuando principia el concierto de coronación de Mózart, brillar más aún en el tejado rojo que un día pintase Vicent van Gogh, hasta llegar a ser un todo en tu imaginación que, si acaso eres creyente, te haga entonar un tedéum muy puro de agradecimiento. Todo es cuestión de vivir, y estar atentos…

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El dolor ajeno

El dolor ajeno

Al principiar la mañana y mientras tomamos un café solo y literario, un twitt de don David Martínez llama mi atención. Hace referencia a un artículo de Màxim Huerta que estremece. Narra la desgarradora muerte de su padre y, en esos momentos, mi mente pasa automáticamente de los asuntos propios al dolor ajeno. Se hace eco de esa pena que tizna, en solidaria empatía, al menos para acompañar mentalmente su dolor y hacernos cargo.

Màxim se da cuenta de que la vida a veces; no es buena, ni noble, ni sencilla y viajando por la liana compungida de sus párrafos, uno se da cuenta que va pidiendo auxilio a las palabras. Y las palabras acuden para expresar su hondo desasosiego; ese que a veces no hace sino sumar canas en las sienes y dejar el alma con un vacío inextinguible. Pero al menos acuden a su llamada; a expresar lo que, en perfecta sincronía, pupila y muñeca destilan en ese momento. La escritura como varadero de una horfandad que viene a visitarle.

La ausencia poliedrica de un padre que se marcha hacia otras residencias; el vacío descomunal que pergueña en el alma un abismo de canas y cansancio; el grito sobrecogedor que más tarde se hará pura vida acaramelado en tiempo con sustancia y recuerdos; la llamada demandando un abrazo solidario, una explicación, una tranquilidad para tanto río de lágrimas en luto. Màxim en estado puro, como escritor de raza y como persona.

Y por desgracia, nada podemos hacer para aliviar esa pena que el destino le otorga y le infiere. Sin duda son vacíos que se quedan hospedados por siempre en las hondas habitaciones de la sangre. Pero si podemos solidarizarnos con su estado, mandarle mensajes de entendimiento y ánimo, porque transcurrido el tiempo él transformará todo ello en honda y vibrante literatura. Mientras tanto, nosotros nos ponemos frente a la hoja en blanco para dedicarle un tiempo al otro, para que cualquier dolor humano jamás nos sea ajeno. Mi abrazo fraterno y mis sinceras condolencias.

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Carta de despedida a Carme Chacón

Carta de despedida a Carme Chacón

Querida Carme:

Decididamente el lenguaje no posee palabras para expresar el dolor inmenso que a veces se apodera de nosotros; no es capaz de encontrar la frase idónea que sepa transmitir la honda desazón que nos embarga; siempre se queda corto ante las ausencias inesperadas de seres a los que hemos querido y admirado. Y entre ese marasmo de pena sin consuelo y honda congoja, nos rebelamos por hacer expresión las propias lágrimas, traer a colación el sentir desnudo que puebla toda la neutra geografía del silencio. Por encima de todo necesitamos escribir lo que sentimos, porque es la única actividad en radical que hemos venido a hacer en este mundo.

Partes, repentina, hacia otras residencias, y la noticia me pilla por sorpresa. No me hago a la idea, en un principio, de que el destino nos done con semejante osadía sus virajes tan inesperados. Y es entonces cuando rastreo nuestra cadena de correos compartidos; los trozos de vida a modo de mensajes; las fotos guardadas para la posteridad, donde el tiempo obtiene la magia de quedarse detenido. Recompongo, apresurado, tu eterna y limpia sonrisa, a modo de bella metáfora de alegría que tú siempre lucías sobre el rostro.

Querida y admirada Carme: te quise mucho como persona y te admiré como política. Desde tu sencillez batalladora; desde tu enorme tenacidad reconocida; desde tu cercanía profundamente humana; desde tu alegría bella y contagiosa.Fuiste la encarnación de lo humano hecha persona, al igual que lo fueron muchas y muchos de los que te rodearon, catalogados como buena gente, a imagen y semejanza de tu gran personalidad arrolladora. Quisiste, y fuiste muy querida. Al lado tuyo no cabían las medias tintas, eras un aluvión de cariño inagotable que delataba siempre el fondo expresivo de tu risa.

Nos dejas como absortos entre el silencio descomunal que crea tu partida. No hay palabras que expresen con suficiente claridad el desgarro que nos nutre. Y vamos deambulando de un lado para otro entre la desazón perpetua y el más oscuro de los desasosiegos. Clamamos en el rincón de los sueños tu regreso, pero el grito descorazonador no puede con tanta realidad dolida que atenaza. Y volvemos, entonces, a revivirte entre retazos de recuerdos, a modo de memoria viva que todo lo supera. Y te encontramos allí, entre hilos sustanciosos de vida compartida, ápices de momentos que inyectaron dulzura a la existencia, retazos de anécdotas que se quedaran grabadas por siempre en el perfil más íntimo de la propia biografía.

Publicado en Diario16

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