Diego Cruz

Carta abierta a Pedro Sánchez

Carta abierta a Pedro Sánchez

Recuerdo que, la primera vez que te ví en persona, venías a celebrar un acto en mi Agrupación. Me llamó la atención que, pese a que me había retirado unos cuantos pasos para evitar los focos y las cámaras, te acercaste hasta mi y me tendiste la mano en forma de saludo. La sorpresa fue cuando, mirándome a los ojos me dijiste: “¿qué tal, Diego?”, dejándome algo sorprendido que, sin habernos visto nunca, me llamaras por mi nombre. La segunda vez fue en un mitin, al terminar el acto. Viniste con una rosa a modo de fraternal regalo y, mientras me la acercabas, me murmuraste al oído: “lo vamos a conseguir”. Y desde entonces me he fiado plenamente de tu palabra dada.

Estoy completamente de acuerdo con tu revolución del respeto y, cuando de procesos abiertos y democráticos se trata, lo que uno espera es que ese proceder del comportamiento, lo inunde todo; independientemente de las opciones personales que cada cual, legítimamente, esté en libre condición de defender. Procesos que se repiten y se repetirán, porque deben ser la salsa y vida de cualquier organización que se precie, entonando con ello un himno de amor a la libertad y a la democracia participativa. De ahí que cada vez que se producen, no es la primera vez que llamo a compañeros y compañeras que se decantan por otras opciones, para recordarles que por encima de todo están las personas; que la vida son los gestos, y de paso seguir brindándoles mi amistad inquebrantable y mi fraternidad futura, independientemente de que los resultados, acorde con la opción de cada cual, nos sean o no más favorables. Un ser y estar en socialista, como forma de vida, por así decir.

Mi apoyo a tu proyecto no me ha salido gratis, aunque conociendo el paño, tampoco me pilla de sorpresa. Y es ahí donde me gustaría incidir unos momentos, porque es en ese territorio; en el de la transparencia y el de la credibilidad, donde se juega toda la reputación a la que creo honradamente que aspiramos.

A mí me fulminan directamente de mi trabajo, por apoyarte. Ese debe ser mi gran error cometido. Y lo hacen desde nuestras filas, gente que exige responsabilidad, parapetada en sus maneras clasistas e irresponsables. Personas en modo equilibristas que, ocupándose meramente de sus asuntos propios, en el fondo les viene al pairo cualquier opción que eligan, porque su transfondo es seguir parapetados y cómodos en su zona de confort. Y es la opción más dañina, puesto que en el fondo, bajo el manto de la apariencia y el cinismo, tratan de engañar a todos y a todas, en beneficio propio. Pero aún así, ligeros de equipaje, con la mochila llena de sueños e ilusiones, no humillamos la cerviz y seguimos el camino; a la manera de Cortázar, cómo niños grandes, manteniendo el corazón intacto, sin un ápice de hipocresía y malicia en la recámara.

No me entretengo más en anécdotas particulares, porque aquí de lo que se trata es de un proyecto colectivo. Un proyecto colectivo que, como bancal de rosas, está sabiendo cultivar las ilusiones que a diario se ven en tus actos y los de el formidable equipo que te acompaña. Y es ahi donde debéis incidir para enmarcar bien el mensaje; en trasladar una esperanza limpia que vaya del corazón a los asuntos de las personas. Aferraros al compromiso de la palabra dada, a la utilización del lenguaje con respeto máximo a sus más profundos significados. Que cada unos de vuestros mensajes destilen la ética que la sociedad necesita/mos porque es fundamental una pedagogía sincera y pedagógica en medio de tantos momentos turbios por los que estamos atravesando. Y una apuesta por los valores inquebrantables de la fraternidad, la solidaridad, la libertad y la igualdad real entre personas, desde voces sinceras que lleven socialismo en las arterias.

Tienes mi modesto aval; el de uno de tantos militantes que sigue creyendo en tu palabra. Deseo, por tanto, que sigas sumando ilusiones en esta gran marea de voluntades compartidas. Suerte y adelante.

Publicado en Diario16

Publicado por Diego Cruz en Opinión, 5 comentarios
Luces en la ciudad democrática

Luces en la ciudad democrática

Acabo de leer uno de los últimos libros de Reyes Mate: “Luces en la ciudad democrática. Guía del buen ciudadano” que, en medio de esta prisa desmesurada y esta competitividad insaciable, se me antoja como un ilustrativo oásis de amabilidad e ideas. Ya la dedicatoria: “A Teresa, maestra en la escuela y en la vida”, tiene un poso de dulzura por donde se vislumbra un sincero agradecimiento acurrucado en la pedagogía. Una frase corta; pero entrañable, en cuya lectura ya adivinamos la sabiduría y exquisitez con las que se arropa el libro.

Y después de hacernos acompañar por el autor en medio del silencio creativo que circunda a las intempestivas horas; exentas de ese rigor obligatorio en que a veces son vasallas del tiempo de otros, nos entregamos a esa serenidad hondísima en la que nuestra ignorancia bebe sin descanso de esta fuente de conocimiento que ahora se nos ofrece.

Reyes Mate, con su prosa, me ha recordado mucho a Ortega: te lleva de la mano por la senda alambicada de las preguntas para que, sin abandonar su compañía; ayudándote de ella, vayas tú mismo en busca de las respuestas. Un recuento de propuestas, de virtudes públicas, de actitudes cívicas, de comportamiento humano y ciudadano con las que poder afrontar mejor las decisiones que la vida nos reclama.

Agradezco al autor profundamente su trabajo, así como la amabilidad de Julia Ayuso (Editorial Pearson Educación) por enviarme el libro. Espero y deseo que alrededor de él se den cita muchísimos lectores.

 

Publicado por Diego Cruz en Comentario de libros, 0 comentarios
Umbral

Umbral

Para el inicio de estas palabras, una frase de Emilio Lledó: “Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos”. Y así fuiste tú, Umbral, desde esa ironía fina y esa prosa parda que tan bien comulgó, siempre, con el lenguaje: un inconformista de la vida.

Te seguí en innumerables ocasiones junto al perfil agridulce de tus libros. Noches de insensata lectura, a caballo entre el café que debilita al sueño, sólo para disfrutar de tu último trabajo y viajar alegremente en las lianas musicales de tus constantes metáforas. Admiraba tu lírica dramática expresada con hondura en “Mortal y Rosa” –acaso tu mejor libro- donde literatura y vida, en una copulación hondísima, llegaban ya a ser lo mismo. Me permitía aconsejar tus libros entre algún grupo de amigos –esa especie reducida que poco a poco vamos entre todos extinguiendo-, aunque bien es verdad que muchos de ellos no toleraban bien tu personaje y, como consecuencia de ello, fueron incapaces de asomarse al himno endiablado de tu prosa.

Y ahora te has ido, como yo presentía hace unos meses leyendo tu “Amado siglo XX”, dejando un poso de amargura que, supongo, será compartido con otros muchísimos lectores. Te has ido y, los que vamos quedando, como dijo Fernando Savater, “nos vamos haciendo peritos en pérdidas”, acostumbrándonos por obligación a esa desazón infinita que siempre nos causan los ausentes. Pero en este modesto rincón siempre quedará tu música entre páginas, a la espera de unas retinas que vuelvan a ponerlas de manifiesto cualquier noche, en medio del silencio acompasado y el amor incondicional que late entre los libros. Permanecerá tu pulso literario, tu amalgama de palabras extraídas de los confines amables del lenguaje, tu lírico dandismo y tu pose de personaje que a veces era fachada para preservar el cristal infantil donde guardabas los sentimientos.

Para el final de estas palabras, las que dan colofón al epílogo de tu último libro: “Umbral contempló su obra con sosiego y se tumbó a descansar”. ¡Hasta siempre, Paco!.

Publicado por Diego Cruz en Comentario de libros, 0 comentarios